lunes, 12 de diciembre de 2011
"Requiem por las palmeras" de Joaquín Bassecourt
Como murciélagos de plegadas alas,
miran hacia arriba, ofreciendo a los dioses
estos restos de finiquitadas sabias.
Son obuses digitales, secos, apuntando
hacia el cielo, esta vez diáfano.
Algunos han sido tratados
con el ingente veneno líquido
de la supervivencia, en cambio,
otros no han corrido esa suerte
y se ajan irremediablemente
como testigos de una época, fracasada ahora.
Sin enemigos, el escarabajo
ha celebrado su festín y acaba
con la vida añosa y paciente
de la alegría solariega.
Donde había un jardín,
hoy se levanta un cementerio
de troncos y palmas desprendidas.
Los ventiladores verdes del aire
y sus nidos agrestes de púas
ya no sirven de protección a las palomas;
los estorninos buscan otras ramas
por las copas del castaño de indias,
el único cedro antiguo superviviente
y los dragos centenarios.
Ya nunca la alegría mecerá la cuna,
hecha de dátiles de arracimado naranja
por sus veinticuatro quilates de belleza.
Es una dolorosa plaga,
cercana a la tristeza
de este último otoño.
Por eso entono el fúnebre réquiem
del abatimiento.
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