Abrí la cancela mohosa que daba al patio.
Ese sonido arañado por el viento,
me devolvió cuarenta años de olvido.
Abrí la cancela y vi el mismo paisaje
dónde todo creció a su antojo.
El árbol seco y paciente
me habló del aire y del aroma
que le robé hace cuarenta años
cuando una gota de tinta
cayó en la tierra y quedó convertida en roca.
Hoy, vuelvo a cerrar la cancela
y presiento que me traje lo más sublime
de aquel patio prendido en mí memoria.
Aquello por lo que respiro.
Lo único que me salva de la locura:
La poesía.
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