Cuando perdura el otoño
I
Como una hoja seca,
así se mueve la vida,
agitando la memoria y escondiendo
el límite fugaz de la inocencia.
Atrás queda la infancia,
territorio lejano donde habita la risa,
donde duermen los sueños
que un día no fueron,
donde permanece la llama encendida
de la ilusión.
II
Sabe mi piel del paso del tiempo,
de la arena fría sin huella e incrédula,
de la orilla ignota donde el mar se muere.
Sabe mi piel del silencio del viento,
de la tarde violeta incendiada y sola,
del vacío sangrante de tu sombra.
Sabe mi piel, de pulso trémulo,
que multiplicar instantes
es ... alargar la vida.
III
El tiempo cicatriza la herida de la tarde
sobre el color ceñido de la espera.
No basta un silencio para acallar la huella
de toda una vida.
A veces, el paso pequeño de un pájaro
graba en el barro su pequeña historia para siempre.
IV
Cuando, a lo lejos, la noche se cubre
con la incertidumbre del mañana,
una estrella guiña
siempre en lo obscuro:
señal inequívoca de la esperanza.
Marisol Dorado
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