jueves, 24 de mayo de 2012

"Azaña y yo" por Valerio de la Hoz


Azaña y yo.


Estaba yo leyendo sobre  el descubrimiento de la figura de Azaña que supuso para muchos españoles la obra de Juan Marichal en los años sesenta del pasado siglo, cuando caí en la cuenta de mi propio descubrimiento de la figura de este personaje allá por mis veinte y pico años.
            Era yo de familia muy conservadora y nunca me había demostrado demasiado crírico con aquella circunstancia (algo sí, pero no mucho). No había pasado tampoco demasiado tiempo desde que viera la horrible película Franco, ese hombre en la que el pobre Azaña salía insultado, vejado y despreciado. Se decía de él que era invertido, sinónimo en la época de homosexual. Y si se decía de alguien que era invertido, ya se podía decir adiós. Ser homosexual era peor que ser pederasta o asesino.
            Pero se da el caso de que el que esto escribe tenía verdadero interés en conocer las obras fundamentales de la literatura española , y la pieza que tocaba era Pepita Jiménez de Juan Valera. Como buen adolescente de derechas, que diría Umbral, me decidí por la edición recomendada, que era la de Clásicos Castellanos, que venía precedida por una larguísima introducción de ese hombre verrugoso y malvado que era-decían-Manuel Azaña. Y, tate, me dije durante la lectura de esa introducción y al acabarla, este hombre es interesante, muy interesante. ¿Dónde  está el monstruo que me han descrito? “Era malo, me dijeron, porque era un escritor sin lectores”. “Así que eso le provocaba la maldad.”. Pues es lástima, me dije, porque esa introducción a Pepita Jiménez es ponderada, erudita, amena, muy bien redactada. Luego supe mucho más de Azaña, claro, pero mi caída del caballo se produjo ahí, mucho más cuanto que me interesó la Introducción mucho más que la novela de Varela que siempre me pareció algo tontorrona.