viernes, 13 de abril de 2012

"Urdimbre" de Inmaculada Jiménez Montero



URDIMBRE.

Voy tejiendo pensamientos y enhebrando gotas de lluvia
en esta urdimbre que es la vida hasta formar
el tejido más vaporoso y sutil que abrigue las palabras
escritas y los renglones confidentes que una y otra vez
se convierten en poemas que transitan por la garganta.
 

Noctámbulo en las hojas del viento.
Alquimista que retuerce las olas de un mar bravío
y se apodera de su sal y su espuma
para entregar con manos húmedas
el perfume salobre de un verso.
 

Tramoyista que sube y baja el telón de las palabras
en un teatro sin aforo.
Voy tejiendo pacientemente cada día, cada noche,
cada amanecer un velo de hiladas frases
con el único propósito de llegar a ti.
 

Se entrecruzan mis dedos con la mina nerviosa
de un viejo lápiz.
Teje mi memoria ese anhelo inacabado.
Siguen mis manos tejiendo en esta urdimbre
los deseos soñados que aún me quedan por bordar. 



                                   Inmaculada Jiménez Montero


"La tela de tu piel" de Inmaculada Jiménez Montero






LA TELA DE TU PIEL.

Subirán caballos engalanados por tus ojos.
Brotarán ríos de miel por la comisura de tus labios.
Nacerá un sentido nuevo en tus oídos, que romperá
en mil pedazos la armadura de  tu piel.
Olvídate de aquellos recuerdos que tejen
telarañas entre tus manos
y da puntadas de sabiduría
a la tela cromática que habita en tu cuerpo.


                        Inmaculada Jiménez Montero


"Flores Blancas" de Rosa Mari Carrasco



Flores blancas se arquean
sobre sus sombras,
en el óvalo de la mesa.

Se desprenden al límite
de la gravedad,
queriendo gritar
de que tierra vienen.

Me doblega el blanco impoluto
de racimos anudados
en embriones gemelos.

" Mi tiempo es tu tiempo"
en el émbolo estrecho de la vida.
       
El jarrón transparente
y el agua fresca,
es la comisura de tus besos blancos.

                                          Rosa Mari Carrasco



lunes, 9 de abril de 2012

"Mujeres, mujeres y mujeres" de Valerio de la Hoz



Mujeres, mujeres y mujeres.


         Un  sopor, un despertar vacilante, un entreabrir los ojos, una fiebre que va pasando. Allí hay una sonrisa femenina: “¿estás mejor, se te pasa?”. Enseguida vendrá algo, un ponche, un dulce, un remedio. Y abrigarte, arroparte. La mujer está allí
         Soplan aires de fiesta y de verano. Se sueña con una sonrisa, con un cantar nocturno, con un baile hasta el amanecer, con un vestido esplendoroso y unos labios sensuales: Allí está la  mujer. Compañera y pasión, vida y ensueño, luna de la vida que nos explota.
                A esta chica le crece el vientre: Allá vamos: médico y comadrona. Sí, sí, esta chica tiene algo por ahí dentro, que nacerá y llorará  nos sobrevivirá, y nos hará ir al colegio-otra vez-y nos mantendrá despiertos muchas noches. Con nosotros estará esa compañera de la noche de fiesta. La mujer está allí.
       Vendrán más años y más vida. Iremos a los trabajos. Mil varones soñadores: “haremos esto, lo otro, lo de más allá”. Alguien precisará: “¿Cuándo lo haremos, cómo, con qué medios, cuánto costará? Y el proyecto, desperdigado, se hará realidad. Se hará cosa. Seguro que ese alguien es mujer.
         La vida sigue inexorable (afortunadamente). Las canas señorean los cabellos y las entradas se hacen anchas y numerosas. Van fallando las fuerzas y ella sigue en su puesto: sonriente y vigilante, observadora y prudente, callada y habladora, abuela y compañera. Compañera siempre.
         Mujeres, mujeres y mujeres: la vida toda.

                                                                   Valerio de la Hoz


¿Quiero bajar? de Pedro Martínez



¿Quiero Bajar?

Quiero bajar de la cumbre a la deriva
por un mar de aterciopelada blancura
bajo puentes y arcos, torres y lunas
y dejar sobre tus brasas encendidas
un cáliz lleno de blanca espuma
y un solo rastro de sudor y saliva.

Quiero subir de los hielos a las colinas
atado por jarcias y maromas tuyas
y anclado en tu bahía,
entre ígneos fuegos sujeto a tus columnas,
libaré de la granada dulce ambrosía.
                    
Quiero de la cadencia de las mareas furibunda
en las caderas de ondulantes curvas,
la eternidad del infinito vivida
en la incandescencia de un instante en fuga.
 
Luego, cálido viento sobre una fuente impura
tu aliento será entre palomas blanquecinas.
Yo buscaré mi reflejo en las lagunas
y tú, arena rubia sobre mi pecho, quedarás dormida.

Al despertar, mi boca vagará por montes de sal y dunas.
Al despertar, tú serás nao, yo tierras marinas
para volver a perdernos en las sombras de la bruma.


                                                 
                                                               Pedro Martínez