jueves, 12 de diciembre de 2013

"Levante Otoñal" perteneciente al libro "Otras Fronteras" por Marisol Dorado




"Levante Otoñal"


¡Qué largos extiende la tarde 
sus gélidos brazos!

Con todo el mar prendido en sus cabellos,
recorre las calles trémulas del otoño
buscando incesante un refugio sereno.

Yo la siento en mi alma,
como tantas otras que ya he vivido
y reconozco en su bocanada de sal
el olor de mi tierra. 


                      Marisol Dorado





jueves, 5 de diciembre de 2013

"Territorio lejano (otoño 2013)" por Marisol Dorado.



Cuando perdura el otoño


         I

Como una hoja seca,
así se mueve la vida,
agitando la memoria y escondiendo
el límite fugaz de la inocencia.

Atrás queda la infancia,
territorio lejano donde habita la risa,
donde duermen los sueños
que un día no fueron,
donde permanece la llama encendida 
de la ilusión.




II

Sabe mi piel del paso del tiempo,
de la arena fría sin huella e incrédula,
de la orilla ignota donde el mar se muere.

Sabe mi piel del silencio del viento,
de la tarde violeta incendiada y sola,
del vacío sangrante de tu sombra.

Sabe mi piel, de pulso trémulo,
que multiplicar instantes
es ... alargar la vida.



III

El tiempo cicatriza la herida de la tarde
sobre el color ceñido de la espera.

No basta un silencio para acallar la huella
de toda una vida.

A veces, el paso pequeño de un pájaro
graba en el barro su pequeña historia para siempre.




IV

Cuando, a lo lejos, la noche se cubre
con la incertidumbre del mañana,
una estrella guiña 
siempre en lo obscuro:
señal inequívoca de la esperanza.

                                            


                     Marisol Dorado



"¿Te amordazo?" de Eva Laca Valadez




…. ¿Te amordazo?...

No sabe porqué que aquella pregunta grafiteada de camino al trabajo le hace sonreír.

Es verla, ¿Te amordazo?, y sentir un leve cosquilleo en el estomago, y al siguiente paso, ¿Te amordazo?, ya está en la garganta, y luego  es  un cálido suspiro que huye dibujando una estúpida mueca en su adormilada cara. ¿Te amordazo?

Sumergida en la rutina laboral, Julia  se pregunta por qué aquella frase fija en la pared ¿Te amordazo?, le provoca esa extraña inquietud.

No acierta a comprender que turbadores sensaciones despierta aquella anónima insinuación ¿Te amordazo? 

Pasa la mañana jugando con mil conjeturas que se desvanecen nada más ser pensadas. ¿Te amordazo?

Quizá, en su noches de plato único en la mesa, con la tele como única voz distinta a la de sus pensamientos, espera, recostada en el sofá, que el abrazado cojín le susurré calidamente al oído    ¿Te amordazo?

                                                    Eva Laca Valadez


"La tienda" de Eva Laca Valadez



Mañana ociosa de viernes. El reloj descansa silencioso en la mesita y el sueño se alarga sereno y mullido entre pensamientos vacíos.
A horas insultantes, el, desayuno, relajado y excepcional, alimenta todo un día sin destino ni meta. Un día lleno de nada o vacío de todo, según el caprichoso aleteo de una macaón en Bruselas.

Mediodía, un tibio Sol, pugnando entre nubes blancas, guía sus pasos por una ciudad vencida por el éxodo festivo. Entre carreteras mudas y solitarias y calladas calles, siente extraños sus propios . Como una turista accidental, alza la mirada para descubrir alturas antes desconocidas. Le sorprende esa balconada de histórica madera. Ese detalle rococó venido a menos, o simplemente comprobar que su cafetería favorita tiene vecinos en las alturas.

Deambula sin destino, sin meta, sin tiempo. Tan solo un pie tras otro. Tan solo una ligera  brisa en la espalda. Tan solo detenerse ante las ofertas acristaladas. Tan solo callejear, mirando sin ver, limpiando la mente, llenándose de tranquilidad,

O sí había un rumbo, un camino, un destino. Tal vez sus pasos sí sabían a donde ir. Así, se encuentra, como en un sorpresivo despertar, empujando una pesada puerta, que se abre a una habitación oscura y abarrotada. Deshace sus pasos en silencio culpable, pero queda la mano sobre el pomo y los ojos clavados en el abismo interno. Duda, a medio entrar, a medio salir. No se atreves a quedarse. No quiere irse. El tiempo pasa terco y lento. Por fin, asida por el leve susurro del viento, deja atrás la calle y sus ojos, a través de la penumbra, se deleitan ante la multitud de variados y excéntricos objetos que la oscuridad guarda: Vámpiricos espejos de arabescos marcos de tiempos tenebrosos; exquisitas cajitas de nácar donde ocultar terribles secretos; historia en forma de envidiables mobiliario artesanal, y un sin fin de vida muerta que tus ojos y tacto te fueron mostrando.

El tiempo se detiene cuando sus manos lo adivinan. Un escalofrío recorre la tienda y afuera, el viento, queda inmóvil en su propio movimiento. Con dedos delicados limpia el polvo de años de sabiduría que lo cubre. Acerca sus ojos al contorno que marcan unas letras doradas,  que con extremada delicadeza sus dedos seguían. Su corazón guarda respetuoso silencio cuando, con gesto culpable, lo atrae hacia la escasa luz que logra vencer a la oscuridad colándose por una breve claraboya. Su peso voluminoso le parece liviano; su olor de novedosa historia invade la estancia; el crujir de sus hojas apergaminada fue cantos de sirena; su taco áspero, polvo de estrella.
Lo cierra de golpe al sentir un movimiento a su espalda. Pero no ve a nadie en la nebulosa penumbra. Lo acomoda en una repisa, camuflado entre cajtas de música de negro azabache y lustrosos candelabros de reluciente alpaca. Con trémulos pasos avanza entre la insondable oscuridad jalonada de estanterías, anaqueles, repisas desde donde en silencio la observa la historia inerte. Pero no ve a nadie. A pesar de alzar la voz hasta quebrar el silencio, nadie responde a su súplica "¿Hola?". "¿Señor?".

Convencida de haber recorrido por completo la habitación sin hallar aquel soplo de vida, vuelve sobre sus pasos. Allí, entre las cajas de música de azabache y los candelabros de alpaca su libro no está. Palpa con desesperación, mueve con vehemencia aquellos inútiles trastos. Varios caen al suelo con gran sobresalto. Maldice con rabia contenida la hasta ahora cómplice oscuridad, Pero por más que busca, remueve, palpa, cambia, el libro no aparece.

A la breve luz de su móvil, registra, durante horas, todas y cada una de cuantas estanterías halla. Remueve aquellos trozos de historia sin compasión, pero tan sólo encuentra oscuridad y  polvo.


Desesperada, abandona la tienda, sin comprender  aquella broma macabra. Anota calle y número, y vuelve a casa paladeando el breve tacto de aquellas añosas hojas. Al día siguiente, impaciente, conduce sus pasos hacia donde su memoria sitúa aquella misteriosa tienda. Tras horas de angustiosa búsqueda, de eternas preguntas,  de desconcierto, abatida, no hallar ni la calle, ni la tienda, ni la primera edición del Quijote, que pese a lo que la empecinada realidad se empeñe en gritar, ella tubo en sus manos.

                                                 Eva Laca Valadez



miércoles, 28 de agosto de 2013

"A pesar de todo" de Rosa Mari Carrasco.




A PESAR DE TODO

A pesar de todo consigues que me ría,
que mi sonrisa sea el título de una película,
o de una canción que siempre hemos cantado.

A pesar de todo consigues que el día sea de día,
y la noche sea claridad.

A pesar de todo ese suspiro es mío,
ese beso es un sueño inmortal.

Ese abrazo es el columpio que amaina
los vaivenes del lunes al domingo.

Pero a pesar de todo te quiero casi
como la caracola quiere al mar, 
como la corteza del árbol a la savia,
como la sangre al corazón,
sin limites a pesar de todo.

                                                      Rosa María carrasco



"El Vapor" de Eva Laca




EL VAPOR

El vaporcito, a golpe de sueños, deja atrás los amarres y se despide del pequeño puerto, en busca de un prometedor horizonte, que las nubes enmarcan de blanco algodón.

Los viajeros, acodados en cubierta, los ojos fijos en la blanca y lenta estela, maduran sus sueños con sabor a sal, y se miran esperanzados, bajo un confortable y cálido Sol.

Juan parte sólo. En el bolsillo de la chaqueta, en reconocimiento de su trabajo en forma de carta, fría y distante. En la pequeña maleta, invisibles lágrimas de una madre, y la promesa de amor eterno de una joven novia.

El pequeño navío se desliza al compás de un mar en calma, sereno y tranquilo. El motor ruge meloso y sus entrañas parecen en paz. Sólo el oído experto del capitán detecta un tono diferente en el crujir de la madera del centenario barco.

Luisa sonríe a las gaviotas, sombras lejanas en la costa. Un sentimiento agridulce acompaña las olas, que rebotan juguetona contra el añoso casco. Su tía-abuela ha enfermado y le ha pedido que cuide de su pequeño negocio: una minúscula tiendecita de barrio, que le abre las puertas de una nueva vida.

El entrecejo del capitán se oscurece.
Demasiado tarde para volver.
Demasiado pronto para llegar.

La mar sigue serena. El Sol ha crecido y saluda desde las alturas. Algunas nubes dan claridad a un cielo raso y azul.

El pequeño vapor lanza su último suspiro. Sus viejas costillas se resiente de años de húmeda sal y su última herida, la última de muchas, no soporta por más tiempo el peso de los miles de viajes cargados de historias, sueños y esperanzas y con un lento y quedo crujido, ahogado por el  líquido infinito, se parte en dos. Simétrico, Meridiano. Hasta ser engullido por la inmensidad azul.

Al día siguiente, la noticia del Titanic, lo hunde en el oscuro olvido.




jueves, 2 de mayo de 2013

"Si, él me quiere así" " de Marisol Dorado




Si,
él me quiere así, de esa manera,
como recitan los versos,
como cuentan las novelas,
con un amor tan profundo,
como profundo es el mar.
¡Con tanta ternura!

Me quiere como dicen las canciones,
como en las oraciones,
como el sol quiere a las rosas,
como el agua a las flores.

Y por querer me quiere tanto,
tanto y tanto me quiere,
que me quiere como soy
y como soy me tiene.


Marisol Dorado Villanueva




Relato "Error Imprevisto" de Eva Laca Valadez




ERROR IMPREVISTO

-Necesito un café, caliente, negro, bien cargado y sin azúcar- informó por el interfono a su cabreado ayudante. "y que me trague la tierra, se dijo para sí"

Era miércoles,  las 23:11 reluciendo en el reloj, y seguía allí, en el despacho, envuelta en un mar de dudas, removiendo papeles de un lado a otro, y maldiciendo aquel proyecto de los coj... La interrumpió la voz ronca de Luis, quien a través de la puerta, anunciaba de muy mala gana la llegada del café.

Se lo dejó en una silla, en la mesa no cabía nada más, y se quedó de pie, observando el desbarajuste de papeles, dibujos, facturas, maquetas... que componían el siempre impoluto despacho de su jefa.

-¿Y, la solución es...? dijo forzando al máximo una mueca de optimismo.
Por respuesta, solo una mirada excesivamente cruel, incluso para ella, que le hizo abandonar el despacho dejando mil maldiciones a sus espaldas.

Una vez sola, Marta miró con desgana el café, debería haber pedido un whisky. Paseó por su despacho con el café en las manos, sorteando el infierno a sus pies, con un improperio a cada paso, en busca de una solución imposible.

Hace dos años se hizo cargo del proyecto. Parecía sencillo, atractivo, hecho a su medida. Sin grandes pretensiones. Perfecto para demostrarles a sus jefes que se podía confiar en ella. Dos años de duro trabajo, de poner en marcha todo lo aprendido, de tirar de contactos, de amistades, de equilibrar cuentas y de confrontar calidades.

-¡¡¡LUIS!!! Bramó sin aparatología esta vez.

En la habitación contigua, Luis rumió su rabia, apretó los puños y se mordió la lengua.
- Sí, Sra Mar - ti - nez; digo remarcando cada sílaba con rabia contenida.

-¿Qué ha dicho el contable?. Escupió sin apenas mirarle

-Que no hay dinero- aclaró Luis con una malévola sonrisa.

- ¿Entonces qué? ¿lo entregamos sin ventanas?


jueves, 18 de abril de 2013

"Yo renaceré" canción de Richard Cocciante

Lee la letra mientras escuchas la canción
y cuando estés desanimado, escuchala de nuevo.


Yo renaceré
ciervo en primavera
tal vez regresaré
gaviota de escollera
sin un pasado que olvidarme
sin nada más que preguntarme
con un camino por delante.

Yo renaceré
amigo fiel amigo mio
y me transformaré en un ser
distinto al que yo he sido
águila blanca de montaña
que vuela más no sueña
que va de frente que no engaña
aaaaaaaaaa yo renaceré
amigo y tu estarás conmigo
sé que encontraré
toda fuerza que yo ansio

***sin miedo alguno de caerme
seguro al fin de levantarme
seré un eterno caminante
eeeeeeee eeeeeee........

***yo renaceré 
sin mis pasadas frustraciones
y amigo mío intentaré
hacer verdad mis ilusiones
tendré mi rumbo definido
felíz asi de haber nacido
mirando al cielo el infinito
noooo nooo oooooo
yo renaceré, yo renaceré
nooooo noooo oooo........
uuu yo renaceré yo renaceré............







lunes, 15 de abril de 2013

"Todos somos héroes" de Marisol Dorado.




Todos somos héroes

Un héroe mitiga con arcilla su busto impresionante.
No más bronce,
simple arena que las manos moldean,
porque, si es de barro,
puede un ídolo romperse en mil pedazos
y recomponerse.

La verdadera heroicidad
es renacer de tus propios escombros.




sábado, 2 de febrero de 2013

Fotografos en la noche (Campo de Gibraltar)


Hoy presentamos un trabajo, aunque no está realizado con letras, pero no por ese echo lo hace menos poético, está realizado con fotografias, que nos trasmiten sensaciones, hay muchas de la bahia de Algeciras, del Peñon, del estrecho y del Campo de Gibraltar.
Ellos son Carlos de Cara González y César Comino García y tienen una cuenta de facebook, llamada "Fotografía en la noche", en la que presentan fotos de una belleza espectacular, hacen de la imagen, poesía. Os dejamos su enlace:

https://www.facebook.com/elfotografoenlanoche

Este es el agradecimiento que realizan en una de sus entradas:
 "César y Carlos componentes de Fotografos en la Noche queremos agradecer la acogida y el seguimiento masivo de nuestra pagina en Faceboock.....los comentarios y las miles de visitas diarias a nuestro sitio, 11.700 visitas en 7 dias, increible para nosotros cuando empezamos a subir imagenes. GRACIAS DE CARLOS Y CÉSAR!".

Aparte los puedes encontar en sus páginas y también en 500px, una aplicación de presentación de fotografías.

http://www.cesarcomino.com/

http://500px.com/brutaliko

http://500px.com/carlos_photography

http://www.experienciatarifa.com/fotos/fotgrafos-en-la-noche

Estos son dos de sus últimos trabajos:

Última luna de Enero....calma en la bahía....podemos observar un estrella fugaz encima del astro.
21 mm - F2.8 - ISO 200 - 20 segundos.

 Una más de la Hora Azul en el Estrecho de Gibraltar...muchas veces pensamos que no nos damos cuenta la bonita que es nuestra comarca. 25 segundos - ISO 200 - F7.1 - 21 mm



viernes, 1 de febrero de 2013

La Gran Biblioteca al aire libre de Kansas City (Missouri)


Hoy en día el hábito de la lectura está en decadencia y algunas librerías hacen un esfuerzo considerable para que la gente aumente la costumbre de la lectura y acuda a las librerías con más frecuencia.
Por eso en la remodelación del año 2004 que realizó en la fachada del aparcamiento exterior de la Biblioteca Pública de Kansas City, se decoró con los lomos gigantes (3 metros de ancho por nueve de alto) de las 22 obras literarias que los ciudadanos y la dirección de la biblioteca de Kansas City consideraron más representativos de la literatura universal, como son Romeo y Julieta, La telaraña de Charlotte, El señor de los anillos, El hombre invisible, Fahrenheit 451, etc..





Hasta las decoraciones interiores las han realizado con motivos alegóricos a los libros y su lectura.






Un gran esfuerzo original para que el ciudadano se encuentre más atraido por los libros y un ejemplo para todas las bibliotecas, para que también incorporen en su diseño motivos de lectura. Es ideal para atraer las visitas de los enamorados de los libros y su lectura.





Incluso los escalones de la entrada tiene forma de libros.




Si queréis saber más sobre esta biblioteca tendréis más información en su web:
http://www.kclibrary.org/




martes, 29 de enero de 2013

"A la luz de la luna" de Marisol Dorado



A la luz de la Luna
(a Rosalía)

¡No te asustes!
¿No ves que sólo es la luna,
sólo es su luz que abraza en la noche
con brazos de plata
la piel que el patio esconde?

¡No te asustes!
Sólo es reflejo de su risa blanca,
alma de espejo,
que juega en la sombra, como un abanico
de puro nácar,
de savia nueva y de nostalgia.

¡No te asustes!
Apenas en sus rayos
hay la destreza de dedos finos
que mueven los hilos de hojas de lata
y pintan, por las acequias,
por las rendijas de cuentos de hadas,
tu sonrisa.

¡No te asustes!
Si no se irá y, entonces,
¿qué haremos, huérfanos?
La negra noche cavará su pozo
dejándonos solos, perdidos niños,
sin su cobijo.
¡No te asustes!


                                                         Marisol Dorado



"Lugares del corazón" de Rosa Mari Carrasco


      
LUGARES DEL CORAZÓN

Tengo el recuerdo aquí.
La luz aquella del jardín
por la tarde, en el estío
y los vencejos
en el ancho río del mágico lugar.

Tranquilamente bella
en el sombrío jardín,
el agua, el tiempo, siguen.
Mío, sigue el instante aquel.

Sigue la huella de su paso
en el alma.
La memoria va escribiendo
la tarde, el relente,
y el frescor del jardin
recién regado.

Alguien se acerca.
Alguien que llega. Tú.
"Precisamente hablábamos
de ti cuando has llegado".


                                                                     Rosa Mª Carrasco


"Infinita presencia" de Eva Laca


INFINITA PRESENCIA

El mar, siempre el mar; rumor de caracolas en sus oídos.

En sus recuerdos más íntimos, siempre el mar; alegre cascabel en sus manos.

En sus risas quinceañeras, siempre el mar; transportando futuros en la espuma.

El mar, siempre el mar; pasado, presente y futuro; bien en forma de aterciopelada alfombra, cuando la vida cansa y huye al refugio de su manto sonoro y su fino tacto de miles de años.   

Siempre el mar, convertido en mudo testigo de caprichosos Cupidos y dolorosos desencantos, envolviendo a la desmayada luz de La Luna deseos, amores y odios.

El mar, siempre presente en su vida, como cuando aquellas dos pequeñas estrellas azules, recién llegadas al mundo, iluminaron su corazón y pronunció su nombre “Mar”.

El mar, siempre el mar, compañero de sus noches y fiel aliado en sus días; lugar donde poder volver, amigo de abrazo seguro, refugio de penas y alegrías.

El mar. Siempre el mar.

Y cuando despierta de sus ensoñaciones, la realidad le pregunta:
- ¿Y tú, cuándo fuiste  mar?


                                                               Eva Laca


sábado, 19 de enero de 2013

"La gota" de Francisco Alcaide Urbano




–Y esta es la cocina... –dijo Lago, mientras cerraba el grifo goteante del fregadero.
  Rocío paseo sus ojos verdes por la vieja encimera y los anticuados azulejos. Necesitaba un piso, y lo necesitaba ya. Había conseguido una beca de investigación en una prestigiosa institución de aquella ciudad, y aquel piso estaba a tiro de piedra del famoso laboratorio. Desde el balcón podía ver su mesa de trabajo a través de la ventana de su futuro despacho. Evitando el caótico tráfico de aquella ciudad ahorraría mucho tiempo y dinero, era perfecto.
– Un poco antigua, no? – comentó Rocío, de camino al salón.
– Como el resto del piso –respondió Iago haciendo un amplio gesto con el brazo-, pero todo funciona perfectamente... Ya le he comentado que mi madre quiere conservar algunos cuadros y casi todos los muebles; le haré una limpieza de cara al piso... Un poco de pintura, unos cuadros coloridos... Ikea hace milagros... Hoy está nublado, pero es muy luminoso... Ya verá cómo cambia la cosa. No imagina lo que me ha costado sacar de aquí a mi madre. Las personas mayores, ya sabe... Pero ya era hora de que se viniera a vivir a casa. Temía que cualquier día pudiera ocurrirle algo, aquí sola.
– Comprendo –Rocío simpatizaba con aquel hombre amable que se preocupaba tanto por su madre –. Cuatrocientos euros, no?
– Sí... Cuatrocientos euros más doscientos cincuenta de fianza...
– ¿Podría quedarme hoy mismo?
– Eh... Sí, claro... Si no le importa que venga este Domingo a recoger los muebles... Los armarios aún están llenos de ropa, y los cajones de...
– No hay problema –lo interrumpió Rocío sonriente.
  El hombre abrió un cajón de un vetusto aparador muy recargado.
– Aquí guardé los contratos... ¿Le interesa entonces?
– Sí.

  Formalizaron los contratos y pagos, se dieron sus números de teléfono, y el que ya era su casero le entregó un juego de llaves y el recibo correspondiente a la mensualidad y la fianza.
– Este domingo me pasaré a recoger las cosas. La llamaré antes –dijo Lago mientras salía por la puerta acompañado de Rocío.
  En el descansillo, una gruesa mujer bien entrada en los cincuenta les daba la espalda. Cargada con varias bolsas de comida, buscaba con evidente dificultad la llave de su piso.
– Buenas tardes Doña Angustias –la mujer ni se giró–. ¿Quiere que la ayude con las bolsas?
– No – dijo secamente la mujer mientras abría la puerta, y se internaba en el piso contiguo.
– Bueno... La veo el domingo –se despidió algo apresuradamente Lago.
"Menuda vecinita simpática que tengo enfrente" –pensó Rocío.
  Ya sola en el piso, Rocío escuchó un goteo en la cocina.
– Este grifo habrá que cambiarlo –dijo mientras lo cerraba.

  Recorrió las habitaciones más detenidamente sopesando cuál ocuparía esa noche. En el dormitorio principal llamaba la atención la cama de matrimonio, de cada esquina emergía audazmente una columna salomónica que alcanzaba la altura de un hombre. Sobre la cabecera de la cama, un Cristo de gran tamaño le hizo levantar una ceja con ironía. La otra habitación, aunque más pequeña, estaba amueblada con un estilo más moderno. "La habitación de crío de Lago... Ya sé donde voy a dormir esta noche, al menos esta habitación no da grima." Se tiró sobre la cam, y se hundió en ella  como si de una arena movediza se tratara. "¡Este colchón no aguanta ni su peso! No me va a quedar más remedio que dormir en la habitación de Escarlata O´Hara..."
  De camino al salón volvió a oír un insistente goteo en la cocina.
–Anda que... Menos mal que pasado mañana viene a por los muebles y podré comentarle en persona lo del grifo –pensó en voz alta mientras lo cerraba, esta vez más fuertemente.

  De vuelta en el salón admiró los antiguos retratos fotográficos que adornaban las paredes. A la tenue luz de un atardecer nubloso aquellas miradas de otra época le pusieron el vello de punta. Un espejo rectangular con un grueso marco dorado de hojas de acanto se situaba frente a las fotos. Aunque le diera la espalda a los retratos, estos seguían buscando su mirada desde el espejo. Le dio repelús aquella violación de su intimidad y se giró bruscamente. Deslizó el dedo por las molduras casi barrocas de los muebles mientras buscaba en su móvil un restaurante chino al que pedir la cena. Bajó mientras tanto a la calle para sacar su maleta del coche. La comida llegó pronto y Rocío encendió el que parecía el único elemento del siglo XXI del salón; la televisión le ofreció una reposición del programa Cuarto Milenio, que por supuesto no fue de su agrado, escuchar historias fantasmagóricas no casaba ni con su naturaleza escéptica ni con sus circunstancias actuales. En efecto se hallaba sola, de noche, en un piso tétrico que le era extraño, y bajo las miradas de personas aún más ajenas que la observaban desde los cuadros.

  Acabada la cena, ocupó casi con disgusto la habitación principal. Vistió la cama con sábanas limpias (Lago le había indicado en que cajón podría encontrarlas), se cambió, se colocó los auriculares del móvil con el The Wall de Pink Floid, y acostada en la cama abrió un ejemplar de la revista Nature en inglés. Veinte minutos después, satisfecha su curiosidad sobre los últimos estudios acerca del melanoma, y agotada tras un día en el que había conducido más de 400 kilómetros y visitado tres pisos, dejó la revista y los auriculares sobre la mesita. Como para recordarle dónde estaba, un goteo familiar rompió el silencio de la habitación. "Sabe Dios cuánto tiempo llevará goteando... Me da igual, no me levanto yo de aquí por nada del mundo".

  Pero a pesar del cansancio, una cama extraña y el monótono goteo que marcaba el tiempo golpeando sus oídos con rítmica insistencia, no le permitían conciliar el sueño. "Mañana es Sábado y podré levantarme tarde, no pasa nada si duermo mal... ¿Qué hago para relajarme?" Se levantó, fue a la cocina donde se sirvió un vaso de agua y cerró el grifo con brusquedad. "Un momento... Dónde estará la llave de paso..." La localizó debajo del fregadero, la cerró y dedicó una mirada entre desafiante e irónica al grifo causante de sus desvelos.

  De camino a su habitación hizo un alto en el cuarto de baño, y mientras se desprendía de la Coca-cola de la cena se fijó en la bañera. Era un modelo anticuado, pero enorme para las bañeras que actualmente se instalan. La verdad es que la primera vez que la vio, se imaginó a si misma cubierta hasta el cuello de espuma y escuchando un walkman amarillo en plan Pretty woman.  "¿Y por qué no?" Abrió la llave del agua caliente y el termo eléctrico llenó en unos minutos la bañera. Vertió una buena cantidad de gel para que hiciera espuma, se desnudó y se introdujo con deleite en la bañera. Agitó con sus delgados miembros el agua y la espuma empezó a cubrir la superficie. Se entretuvo como una niña, haciendo pompas de jabón y cubriendo sus brazos y pecho con imaginarios vestidos de espuma.

  Relajada, recostó su cabeza sobre una toalla doblada, que a guisa de improvisada almohada  reposaba en el borde de la bañera. Cerró los ojos, y aunque no se durmió, su mente estaba a kilómetros de aquel cuarto de baño. Tan lejos, que no pudo ver los dos bultos que emergían de la bañera, cada uno a un lado de sus caderas. Se alzaban lentamente mientras la espuma que los cubría resbalaba, dejando a la luz la naturaleza de aquellos apéndices; eran manos. Unas manos negras, sin uñas ni marcas digitales. A los pocos segundos, aquellas manos ya eran brazos. Asomaban ya los codos cuando otro bulto negro asomó a la superficie entre las piernas de Rocío.
  Rocío no notó ningún contacto con nada extraño. Lo que sintió fue más alarmante si cabe; se le erizó la piel desde la nuca hasta los píes, le dolía todo el cuerpo, y podía sentir con horror como la sensible piel de sus pezones se resquebrajaba hasta sangrar. Temblaba casi presa de convulsiones, y tenía dificultades para respirar. Quería gritar, pero le era imposible. No sabía cómo, pero de repente se estaba bañando en agua congelada. Cuando abrió los ojos, una cabeza sin boca, ni nariz ni ningún otro rasgo la observaba (si esto era posible), a escasos palmos de su cara. Sin poder controlar su cuerpo, Rocío vio como aquel ente alargó sus brazos negros hacía su rostro mientras una boca (si es que puede llamarse así a aquel orificio desdentado y carente de labios) se abría en aquella cara muda de rasgos, componiendo una expresión de angustia y desesperación.

  Por fin un sonoro grito escapó de la garganta de Rocío. Estaba en la cama. Todo había sido un sueño, y su propio grito la había despertado. Lejos de estar congelada, notaba un sudor cálido y pegajoso corriendo por su pecho bajo el pijama.

  En el silencio de la noche sólo era audible su respiración agitada y el familiar goteo en la cocina. "¿No había cerrado la llave de paso? ¿o lo he soñado? Ese grifo me va a volver loca”. Poco a poco logró controlar su respiración y su ánimo. Como científica, como personal racional y crítica, se avergonzaba ahora de sus reacciones ante una simple pesadilla. "Me levantaré, y cerraré esa llave de una vez”. Buscó a tientas el interruptor de la luz sin encontrarlo, se levantó de la cama y por fin dio con él. La bombilla iluminó la habitación, y Roció gritó al ver una mano extendida muy cerca de su cara. Pertenecía al Cristo que colgaba sobre el cabecero de la cama. "¡Qué tonta soy!", se repitió a si misma que era racional, pero lo cierto es que tapó la talla con una camiseta... Y más tarde, en el pasillo, pasó sin atreverse a echar una ojeada dentro del cuarto de baño, que casualmente tenía la puerta abierta. Y fue entonces, en mitad del corredor, cuando vio un resplandor proveniente del final del pasillo, casi después las luces se apagaron, y oyó un gran estruendo.

  Se encontró sola en una oscuridad casi completa. Pegada a la pared y sin saber si continuar hacia la cocina o volver sobre sus pasos. Nuevos resplandores al final del pasillo seguidos de nuevos estruendos la sacaron de su indecisión. "No es más que una tormenta... ¿Qué hay más natural que el hecho de que la luz se vaya durante una tormenta? Pasa continuamente..."

  Avanzó por el pasillo sin despegar la mano de la pared, a ciegas, salvo cuando un nuevo relámpago iluminaba fugazmente el final del pasillo. La única puerta que comunicaba la cocina con el resto del piso estaba en el salón, así que cuando en su camino paso cerca de los ventanales del salón, decidió acercarse para mirar al exterior en busca de algo de luz. Aunque era noche cerrada, el cielo tenía un color rojizo, cargado de electricidad. Los rayos cruzaban el horizonte y saltaban de nube en nube antes de morir en un estallido contra el suelo. Sin embargo, no caía ni una gota de lluvia.
  Se quedó embobada unos minutos admirando la tormenta eléctrica, ignorante de lo que había pasado por alto. Si al acercarse a la ventana no hubiera evitado su reflejo en el espejo del salón para esquivar la mirada de los retratos, habría visto dos manchas rojas de sangre a la altura de sus pechos. Sangre que tomó por sudor en la oscuridad de la habitación tras la pesadilla. Si no hubiera estado absorta en la ventana, al resplandor de cada relámpago habría visto una figura menuda y oscura, de píe, en mitad del salón. 

  Parecía que la tormenta se alejaba. Los relámpagos se sucedían con menos frecuencia y el insistente goteo le recordó qué hacía despierta a esas horas. A oscuras, se encaminó a la cocina y una vez allí tanteó la encimera hasta hacerse con el mechero destinado a encender la hornilla. Usándolo para alumbrarse se dirigió al fregadero y cerró la llave de paso. El grifo seguía goteando, así que agarró el mando para cerrarlo. En cuanto tocó la pieza de latón supo que algo iba mal; el mando estaba prácticamente congelado. Súbitamente sintió un aliento frío sobre su nuca. La temperatura de la habitación cayó como en un congelador. Rocío sentía el vello de su piel contra el pijama y podía ver el vaho de su aliento. Lentamente, como si otra persona decidiera sus movimientos se giró. Ante ella, la visión de lo imposible. Sus miembros flaquearon, notó un sabor ácido en la boca y acabó perdiendo el conocimiento y desplomándose.

  A la mañana siguiente, con la claridad del día, Rocío despertó. Estaba aterida por haber dormido gran parte de la noche sobre aquellos azulejos gélidos. Casi no recordaba lo que le había pasado la noche anterior. Sólo al escuchar aquel odioso goteo tomó conciencia de dónde estaba y salió de la cocina atropelladamente. Incapaz de dominar ni el pánico ni su cuerpo dormido, tropezó con el marco de la puerta de la cocina y cayó al suelo. Más allá del salón, al fondo del pasillo vislumbró una sombra que avanzaba hacia ella. Arrastrándose por el suelo huyó hacia la puerta del piso. Los nervios y la presión añadida de la sombra acechante no le permitían accionar el mecanismo del cerrojo de la puerta. La sombra se acercaba lentamente, y a medida que avanzaba adquiriría apariencia humana, si bien no tenía píes y parecía flotar. Cuando la sombra se hallaba a escasos metros, Rocío consiguió abrir la puerta y salir al descansillo. La puerta se cerró sola dando un fuerte portazo.

  Rocío apenas había sentido alivio cuando una mano en su hombro la sobresaltó.
– Pero ¿qué te pasa chiquilla? –La vecina la ayudo a levantarse– ¿Qué te ha hecho ese novio tuyo? Tienes el pijama perdido de sangre...
  Ya en el salón de doña Angustias Rocío bebía una taza de café caliente con una manta sobre los hombros.
– He llamado a un cerrajero. Pues yo pensaba que eras la novia de Lago...
– No... Sólo le he alquilado el piso...
– Bastante ha tardado ese descastado en poner en alquiler el piso de su pobre madre... La pobre Xana todavía estaba caliente y ya estaba en tratos con un anticuario para venderle los muebles... De alguna forma tendrá que pagar sus deudas de juego, que una no es tonta y tiene oídos... Que todo se sabe... Yo no le hubiera dejado ni una perra más de la legítima. No se la merece desde luego. ¡Abandonada estaba la pobrecita! Aparecer ahogada en la bañera porque no tenía quien la cuidara... ¿Hay derecho a eso, Señor? Solita... Y tan lejos de su tierra... Que la pobre extrañaba con toda su alma el verdor y la lluvia de sus montañas, allá en el Norte... Ya ves que aquí ni con la tormenta de anoche cae una gota... La pobre dejaba gotear el grifo de la cocina para poder escucharlo desde el salón... Decía que le recordaba a las goteras del establo de la vieja casa de campo en la que se crió... En fin, que en paz descanse... Una historia bien triste, hija, pero deja de llorar que hay cosas que no tienen arreglo.

                                                        Francisco Alcaide Urbano