domingo, 16 de octubre de 2011

Tres poemas de la colección de Las estaciones, Otoño, de Marisol Dorado


Las estaciones, Otoño, XXII


Todo cambio
implica el desgaste de lo ya vivido,
pero añade a nuestra perdida eternidad
una estela, una luz dorada
que ilumina nuestro destino.
El brillo del tiempo y de las rosas,
abre las puertas de este otoño
tan viejo como otros,
tan nuevo como tus besos.
Fuimos sol en el verano que se desangra,
mar obscuro somos ahora
bañados por las hojas caídas del pasado...
¡pero mar vivo!.


Las estaciones, Otoño, XXIV


Antes que el tiempo frío se instale en mi corazón,
quiero cortar una rosa.
Antes que la niebla vagabunda inunde tus ojos,
quiero cortar una rosa.
Antes que el ángel del olvido aletee sus alas sobre nosotros,
quiero cortar una rosa.
Ponerla en un vaso transparente, con delicadas tallas blanquecinas,
discreta, sobre la mesilla,
que su aroma invada mi almohada
y, mientras caigan sus pétalos desvanecidos,
que un dulce sueño nos conduzca de la mano
al limbo de los inocentes.


Las estaciones, Otoño, XXIX

Augura esta mañana silenciosa de domingo
el fuego incandescente del sol en su osadía,
a pesar del viento de levante que no cesa,
pretencioso de estrecho y de mares.
Las cerezas de este día de otoño, tiempo eterno,
penden del hilo de la felicidad detenida.
¡Recojamos el fruto, pues, de madura insistencia,
regalémonos este domingo de secreta armonía!

                                                              Otoño 2011, Marisol Dorado

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