
A mi hija, Pili
Sonrisa,
eres sonrisa toda.
Fulgores de amanecida,
caídas de otoño,
y tu sonrisa.
Cuando sobre ti, cayeron las rosas,
lo hicieron con espinas.
Tu sonrisa las transformo.
supiste de rigor, de infortunios,
de las mil formas de la mezquindad.
Y tu mirada, clara, limpia, abierta,
las derrotó.
Sonreíste a los mares, a las amapolas,
también a las basuras del día a día.
Fuiste más allá del cráter, de la oropéndola.
El infierno tuvo la cordura
de palidecer
ante tanta agua clara.
Y las aguas claras,
la cordura,
de hacerse aun más claras.
Sabes decir sí a la vida, como tu alma,
una vida honesta, eterna
una vida llena,
o casi llena,
del más rotundo azul,
del brillo de las hojas verdes,
o de paisajes infinitos.
A él te acercas,
sonriendo,
amando,
perdonando,
olvidando,
queriendo toda la vida
para abrazarla,
para sentirla toda tuya,
y cuando tu yo se vaya yendo,
lentamente,
dulcemente,
todavía sabrás
que el final será de sonrisa
como un cristal
de la mañana.
Es cierto amigo mio que una sonrisa nos acerca a la felicidad más absoluta.
ResponderEliminarUn bello poema para una gran mujer que nunca dejará de sonreir.
Mi abrazo......
Ada.